La dermatitis atópica, una patología cada vez más presente.

Photo By Luke Michael.

La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria de la piel, que comienza a desarrollarse en edades muy tempranas (3-4 meses de edad) y generalmente asociados con el cambio de alimentación (de la lactancia al biberón). Los síntomas característicos de la enfermedad son la piel seca, comezón e hinchazón de la piel, irritación y lesiones de eczema que a veces pueden llegar a supurar, con el riesgo asociado de sobreinfecciones, especialmente bacterianas.

Es una enfermedad hereditaria de carácter crónico y recidivante, es decir que va y viene y cursa con brotes. Estos, se caracterizan por un aumento de los síntomas, de las lesiones en la piel (las zonas más frecuentes son cara, codos, nalgas y zonas de flexión) y sobre todo el picor intenso, cosa que provoca un aumento en el rascado de las lesiones y deriva en el denominado feedback positivo o ciclo vicioso de la Dermatitis Atópica:

PIEL SECA Y DESCAMADA = ME PICA = ECZEMA = ME RASCO = PIEL SECA

En muchos casos, la enfermedad se asocia también a otros trastornos del organismo, como el asma y la rinitis o conjuntivitis alérgicas, formando así la llamada Tríade atópica. Esto es debido a que parece que la tríade tiene un origen genético común, asociado a una actividad alterada del sistema nervioso e inmunológico del organismo.

Es una enfermedad cada vez más frecuente y se estima que casi el 20% de los niños la sufren. No sé conocen exactamente las razones que conducen a la aparición de las lesiones, pero se sabe que existen factores que las favorecen como el estrés, las agresiones ambientales como el calor, el frío o la humedad, el sudor, el rascado, algunos alimentos (cítricos y estimulantes, como el chocolate).

Más allá de las posibles deficiencias del sistema inmunológico y de algunos factores desencadenantes, se sabe ahora que la alteración de la estructura de la piel (conocida como disfunción de la barrera epidérmica) es un elemento crucial tanto para la aparición de los brotes como para modular la duración e intensidad de los síntomas. Mantener una buena estructura cutánea o de la piel implica de forma imprescindible, entre otros factores, preservar la calidad y cantidad de grasa de las diferentes capas de la piel y mantener el funcionamiento normal y la ubicación de las proteínas.

Los cuidados fundamentales de la piel del niño atópico se basan en el uso de cremas y lociones emolientes que le aporten lo que le falta a esta piel dañada, que restauren la barrera cutánea alterada y así evitar la perdida de agua y la entrada de agentes agresivos externos, microbiológicos o ambientales. Es esencial, además, un higiene suave y adecuada para este tipo de pieles, protección específica frente a las radicaciones solares (usando protectores solares adecuados) y tomar las medidas preventivas naturales. Por supuesto, en los casos de alta intensidad o severidad de la lesión será necesario recurrir a otros medicamentos como los corticosteroides u otros medicamentos que mejoran la función inmunológica.

En el caso de los emolientes, estos deben usarse regularmente para cuidar de la piel, no sólo durante los períodos de mayor sensibilidad, sino también para los períodos libres de brotes para evitar o prevenir su aparición. Un emoliente ideal debe incluir, un compuesto lípidico (grasas) que se parezcan lo máximo posible a las grasas habituales de nuestra piel, tanto en cantidad como en composición, y activos que refuercen la estructura de las proteínas y protejan frente a agentes externos.

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Si el lenguaje es otra piel, toquémonos más con mensajes de deseo. Gustavo Cerati.

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1 comentario

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Paola

Muchísimas gracias por este fantástico artículo me ayudó mucho.espero en breve poder probar la gama de galenica para ver si va mejor a la piel de mi hija.un saludo

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