La Historia de los Conservantes.
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A lo largo de la historia, los humanos hemos encontrado formas innovadoras de conservar la comida, la bebida y los cosméticos frescos y seguros sin necesidad de usar frigoríficos, congeladores, químicos o embalajes de plástico.
Civilizaciones como la antigua Grecia conservaban la carne y el pescado en sal para poder consumirlos hasta meses después de haberlos capturado. De hecho, en 2003 se encontró el pecio (pedazo o resto de una nave que ha naufragado o porción de lo que ella contiene) de un navío de 2400 años en el fondo del Mar Negro que guardaba las espinas de un bagre de más de dos metros que había sido desecado y cortado en filetes para alimentar a la tripulación del buque durante su desafortunada travesía.
Asimismo, los antiguos egipcios almacenaban cereales en recipientes sellados para conservarlos durante largos períodos de tiempo. Al ser una fuente valiosa de alimento, el cereal se usaba también como objeto de trueque en el antigup Egipto, es decir, como moneda de pago; al fin y al cabo, tener comida equivalía a tener poder económico. Proteger los alimentos era de vital importancia y por eso su conservación debía ser tan fiable y segura como lo es el depósito de nuestros actuales bancos.
Las primeras civilizaciones ahumaban la comida sobre sus chimeneas o tipis. El calor del fuego secaba el alimento y así duraba más tiempo.
Otra forma tradicional y natural de aumentar el período de conservación de una alimento era ahumar la comida. Desde los tiempos de los neandertales, los humanos han utilizado el fuego para preservar su comida y hasta existen pruebas de que ahumaban los alimentos sobre sus chimeneas y tipis con el fin de que durasen más tiempo. Por poner un ejemplo, el salmón ahumado, hoy en día considerado un manjar, lo consumieron por primera vez tribus nómadas norteamericanas hace siglos.
Si nos adelantamos un poco en el tiempo, sabemos que hace unos cien años se sumergía la fruta en alcohol (otro conservante natural) para prolongar su período de conservación. Esto significaba que la fruta recogida en verano podía drisfrutarse también en invierno.
No tenemos claro cuando comenzó a realizarse este proceso, aunque existen pruebas de que en la época romana se machacaba fruta conservada con cebada y granada para crear una especie de tarta de frutas.
La tarta de frutas que hoy en día conocemos se remonta a la Edad Media. Se sumergía fruta fresca y seca en bebidas espirituosas y especias durante un período máximo de un año para después añadirlas a tartas y otros platos en los momentos en los que la comida escaseaba.
Esta práctica conoció su auténtico auge durante la época victoriana, cuando la fruta seca sumergida en alcohol se disfrutaba en los "mince pies" (pasteles de picadillo de fruta, un postre dulce del Reino Unido, consumido tradicionalmente en la época de Navidad) y otros pudins tradicionales navideños. De hecho, el contenido de alcohol y azúcar es tan alto en los pasteles de Navidad que podrían conservarse durante décadas o incluso siglos; algo que la familia Ford de Michigan, EEUU, puede confirmar. Esta familia reclama una extraña reliquia horneada en 1878: un pudin de navidad cocinado por su bisabuela, que ha ido pasando de generación en generación, y que a día de hoy es, sorprendentemente, todavía comestible.
Durante la segunda guerra mundial se racionaban los huevos y la leche y se ofrecían sus alternativas en polvo porque tenía una vida útil mucho más larga.
De muchas maneras y en diversos momentos durante nuestra evolución, para el ser humano, la conservación clave ha sido la CONSERVACIÓN NATURAL. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial se racionaban los huevos y la leche y se ofrecían sus alternativas en polvo porque tenían una vida útil mucho más larga; y de igual modo, la carne curada de vaca y cerdo se ofrecía como carne en conserva y Spam (un tipo de jamón salado).
Estas alternativas se conservaban de diferentes maneras. Los huevos y la leche en polvo se elaboraban rápidamente secando los productos frescos. Es un proceso que también se llama deshidratación y que se usa hoy en día para obtener café instantáneo o pastillas de caldo.
A pesar de que muchos desprecien los huevos o la leche en polvo, es evidente que estos contenían los mismos valores nutricionales que sus equivalentes frescos en una época en la que estos últimos escaseaban; de hecho, a un adulto se le racionaba un huevo fresco por semana. Los huevos en polvo podían añadirse a pasteles y a otros platos horneados y también podían rehidratarse con agua para usarlos en su forma líquida. (Fuente: The Preservatives HandBook).
Los Estudios han demostrado que el consumo de alimentos sin conservantes puede mejorar el coeficiente intelectual hasta en un 14%. Sin duda alguna entonces, si usas cosméticos libres de conservantes sintéticos, beneficiarás tu salud y la de tu piel. Guillermo Rodríguez B. Founder & CEO de Galenika Cosmetics.
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1 comentario
Escribe un comentarioJosemanuel Morales
Gracias por la información